"Esto es mi cuerpo... Esta es mi sangre" (Mateo 26,26-28; Marcos 14,22-25; Lucas 22,10-20; 1 Corintios 11,23-25).
Conocida como Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, esta fiesta honra a Jesucristo, verdadera y realmente presente substancialmente bajo las apariencias del pan y del vino. Esa Presencia ocurre gracias a un cambio que la Iglesia llama transubstanciación (cambio de sustancia), en el momento en que el sacerdote, durante la Consagración en la Misa, dice las palabras que el mismo Cristo pronunció sobre el pan y el vino: “Este es Mi Cuerpo”, “Esta es Mi Sangre”, “Hagan esto en memoria Mía”. En 2024, la Solemnidad de Corpus Christi es el 30 de mayo, pero se transfiere al domingo 2 de junio en algunas diócesis.
La solemnidad del Corpus Christi tuvo origen en un contexto cultural e histórico determinado: nació con el objetivo de reafirmar abiertamente la fe del Pueblo de Dios en Jesucristo vivo y realmente presente en el santísimo sacramento de la Eucaristía”.
Santa Juliana de Cornillón tuvo una vision que “presentaba la luna en su pleno esplendor, con una franja oscura que la atravesaba diametralmente. El Señor le hizo comprender el significado de lo que se le había aparecido. La luna simbolizaba la vida de la Iglesia sobre la tierra; la línea opaca representaba, en cambio, la ausencia de una fiesta litúrgica(…) en la que los creyentes pudieran adorar la Eucaristía para aumentar su fe, avanzar en la práctica de las virtudes y reparar las ofensas al Santísimo Sacramento (…).
La buena causa de la fiesta del Corpus Christi conquistó también a Santiago Pantaleón de Troyes, que había conocido a la santa durante su ministerio de archidiácono en Lieja. Fue precisamente él quien, al convertirse en Papa con el nombre de Urbano IV, en 1264 quiso instituir la solemnidad del Corpus Christi como fiesta de precepto para la Iglesia universal, el jueves sucesivo a Pentecostés.
"Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente”
¿Qué significa para ti celebrar la Eucaristía y “comulgar” en ella con Jesucristo?
Jesús es el verdadero pan, el pan que da la vida eterna. Vivimos de lo que recibimos
y este pan tiene que ser comido, y comerlo significa no solamente asimilarlo como
palabra y como ejemplo, como modelo de vida, sino asimilarlo como víctima
ofrecida en sacrificio por mí y por todo el pueblo de Dios. Víctima con la cual hay
que entrar en una misteriosa comunión. Cada vez que comulgamos, estamos
invitados a asimilar el pan que es Cristo.
El Papa Pablo VI nos dijo en relación a ello: “Así, pues, a nosotros, los cristianos,
nos corresponde ser, en medio de los demás hombres, testigos de esta realidad,
pregoneros de esta esperanza. (…) Lo que tal vez más necesita el mundo actual
es que los cristianos levanten alta, con humilde valentía, la voz profética de su
esperanza… ¡Hermanos e hijos queridísimos, estrechémonos, pues, en torno al
altar! Aquí está presente Aquel que, habiendo compartido nuestra condición
humana, reina ahora glorioso en la felicidad sin sombras del cielo”.2
Padre misericordioso,
por tu voluntad de hacer presente
tu infinito amor en la Sagrada Eucaristía
a través de nuestro Señor Jesucristo,
te adoramos y damos gracias por el regalo
del Sacramento de tu Cuerpo y tu Sangre.
A través de éste nos fortalecemos
en cuerpo, alma y mente,
y deseamos vivir en comunión con tu amor.
Amén.
"Bendito, Bendito"
Bendito, bendito, bendito sea Dios,
los ángeles cantan y alaban a Dios,
los ángeles cantan y alaban a Dios.
Adoro en la hostia el cuerpo de Jesús,
su sangre preciosa que dio por mí en la cruz,
su sangre preciosa que dio por mí en la cruz.
Yo creo, Dios mío, que estás en el altar,
oculto en la hostia te vengo a adorar,
oculto en la hostia te vengo a adorar.
Extraído de — EWTN, Catholic.net, IglesiadeSantiago