Nuestra Señora de los Dolores, o Mater Dolorosa, es el título dado a la Santísima Virgen María en referencia a los sufrimientos que ella soportó como la Madre de Jesús. Es la más universal de todas las advocaciones Marianas, pues no está vinculada a una aparición, sino que recuerda los dolores que sufrió la Madre de Jesús. También es conocida como Virgen de la Amargura, Virgen de la Piedad, Virgen de las Angustias o La Dolorosa.
La devoción a Nuestra Señora de los Dolores esta arraigada desde hace mucho tiempo. Ya en el siglo VIII los escritores eclesiásticos hablaban de la “Compasión de la Virgen” en referencia a la participación de la Madre de Dios en los dolores de la Crucifixión. Pronto empezaron a surgir las devociones a los 7 dolores de María y se compusieron himnos con los que los fieles manifestaban su solidaridad con la Virgen dolorosa. La fiesta empezó a celebrarse en occidente durante la Edad Media y por ese entonces se hablaba de la “Transfixión de María”, de la “Recomendación de María en el Calvario”, y se conmemoraba en el tiempo de Pascua.
En el siglo XII los religiosos servitas celebraban la memoria de María bajo la Cruz con oficio y Misa especial. La fiesta de Nuestra Señora de los Dolores fue celebrada por primera vez en 1244 por los siete fundadores de la Orden Servita para ayudarlos a centrar su devoción y meditación en los Dolores de María. Permanecer bajo la cruz era la principal devoción de su orden. Más adelante, por el siglo XVII se celebraba el domingo tercero de septiembre.
El viernes anterior al Domingo de Ramos también se hacía una conmemoración a la Virgen Dolorosa, festividad conocida popularmente como “Viernes de los Dolores”.
Papa Benedicto XIII extendió universalmente la celebración del “Viernes de Dolores” en 1472 y en 1814 el Papa Pío VII fijó la Fiesta de Nuestra Señora de los Dolores para el 15 de septiembre, un día después a la Exaltación de la Santa cruz.
• La profecía de Simeón (Lucas 2: 25-35),
• La huida a Egipto (Mateo 2: 13-15),
• La pérdida del Niño Jesús durante tres días ( Lucas 2: 41-50),
• María se encuentra con Jesús en el camino hacia el Calvario (Juan 19:17),
• María mira la crucifixión y muerte de Jesús (Juan 19: 25-30),
• María recibe el Cuerpo de Jesús desde la Cruz (Juan 19: 31-37)
• María observa a Jesús recostado en la tumba (Juan 19: 38-42).
Entre las renovaciones litúrgicas promovidas por el Concilio Vaticano II, se estableció que se suspendieran las festividades duplicadas a lo largo del año. Como, la festividad de Virgen de los Dolores, hasta entonces se celebraba el 8 días antes del viernes Santo y el 15 de septiembre se suspendió el viernes de Dolor y quedo el 15 de septiembre como única fecha de conmemoración.
La fiesta de Nuestra Señora de los Dolores está dedicada al sufrimiento y el dolor de María en unión con su Hijo. En su compasión por el sufrimiento de su Hijo, ella muestra la profundidad de su amor como Madre. La imagen de Nuestra Señora de los Dolores se muestra tradicionalmente vestida de negro con siete espadas que perforan su corazón. Cada espada representa una pena principal que María sufrió en unión con su Hijo.
La espada que perfora el corazón de María también se ve en la referencia bíblica, Lucas 2:35, donde Simeón le dice que la atravesaría una espada para que los pensamientos de muchos corazones queden al descubierto. Ella lo sufrió todo por nosotros para que disfrutemos de la gracia de redención, sufrió para demostrarnos su amor. La devoción de los dolores de María es fuente de Gracias porque llega a lo profundo del corazón de Cristo.
La Iglesia nos exhorta a entregarnos sin reserva al amor de María y llevar con paciencia nuestra Cruz acompañados de la Madre Dolorosa.
Esta devoción alimenta el espíritu de compunción, nos da gran consuelo, fortalece la confianza de Dios y nos da especial protección de la Santísima Virgen. La Madre de Dios le dijo en una oportunidad a Santa Brígida: «No importa qué tan numerosos sean los pecados de una persona. Si se vuelve a mí con un sincero propósito de enmienda, estoy preparada para recibirle con mi gracia, porque YO no tomo en cuenta el número de pecados que ha cometido, sino que me fijo con la disposición que vienen hacia mí; yo ya no siento aversión por curar sus heridas, porque yo soy llamada y soy la Madre de la Misericordia» La Santísima Virgen concede 7 gracias a aquellos que mediten diariamente los Dolores de la Virgen, rezando un Ave María al finalizar cada uno.
LAS 7 GRACIAS:
• Les concederé paz a las familias
• Serán iluminados sobre los Divinos Misterios
• Los consolaré en sus dolores y los acompañaré en sus trabajos
• Les concederé todo lo que me pidan siempre y cuando no se opongan a la adorable voluntad de mi Divino Hijo o a la santificación de sus almas
• Los defenderé de sus batallas espirituales con el enemigo interior y los protegeré cada instante de su vida.
• Los ayudaré visiblemente en la hora de su muerte; verán la cara de su Madre.
• He conseguido de mi divino Hijo que, cuantas propaguen esta devoción, serán trasladadas de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados y mi Hijo y Yo seremos su consolación eterna y alegría
Nuestra Señora de los Dolores, te presento todas mi necesidades,
angustias, tristezas, miserias y sufrimientos.
Oh Madre de los dolores y reina de los mártires, que tanto sufriste al ver a tu Hijo flagelado,
escarnecido y muerto para salvarme, acoge mis plegarias.
Madre amable, concédeme una verdadera contrición de mis pecados
y un sincero cambio de vida.
Nuestra Señora de los Dolores, que estuviste presente en el calvario de Nuestro Señor Jesucristo,
permanece también presente en mis calvarios. Te suplico esta gracia de la que tanto necesito:
(Haz tu petición)
Por piedad, oh abogada de los pecadores, no dejes de amparar mi alma en aflicción
y en el combate espiritual que estoy atravesando en todo momento.
Nuestra Señora de los Dolores, cuando los dolores
y los sufrimientos lleguen, no me dejes que me desanime.
Madre de los dolores, envuélveme en tu sagrado manto
y ayúdame a pasar por el valle de lágrimas.
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra,
¡Dios te salve! A ti clamamos los desterrados hijos de Eva.
A ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas.
Ea pues, señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.
Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce siempre Virgen María.
Permanece con nosotros y danos tu auxilio,
para que podamos convertir las luchas en victorias, y los dolores en alegrías.
Ruega por nosotros, oh Madre, porque no eres sólo la Madre de los dolores,
sino también la Señora de todas las gracias.
Nuestra Señora de los Dolores, fortaléceme en los sufrimientos de la vida. (3x)
Amén.
Qué grande fue el impacto en el Corazón de María, cuando oyó las tristes palabras con las que Simeón te anunció que una espada de dolor atravesaría tu alma, por los sufrimientos de Jesús. Te acompañamos en este dolor… Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos hijos tuyos y sepamos imitar tus virtudes. Rezar Avemaría
Considera el agudo dolor que María sintió cuando ella y José tuvieron que huir repentinamente de noche, a fin de salvar a su querido Hijo de la matanza decretada por Herodes, sobre todo al ser su Hijo tan pequeño; al poco de nacer, ya era perseguido de muerte el que precisamente había venido a traernos vida eterna; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos huir siempre de las tentaciones del demonio. Rezar Avemaría
Qué angustioso fue el dolor de María cuando se percató de que había perdido a su querido Hijo. Llena de preocupación y fatiga, regresó con José a Jerusalén. Durante tres largos días buscaron a Jesús, hasta que lo encontraron en el templo; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, haz que los jóvenes no se pierdan por malos caminos. Rezar Avemaría
Jesús va cargando la pesada Cruz, su rostro está bañado de sangre, sus facciones desfiguradas por la multitud de golpes y por el dolor. María va siguiendo sus pasos para ser crucificada junto a Él; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos vasallos de tan gran Rey y sepamos ser humildes como Él lo fue. Rezar Avemaría
Su inmaculado Corazón no miraba la pena propia, miraba la Pasión y Muerte del Hijo tan Amado. Todas las penas de la crucifixión las sufrieron los dos. Se ofrecían dos holocaustos: el cuerpo de Jesús y el corazón de María; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, no permitas que jamás muramos por el pecado y haz que podamos recibir los frutos de la redención. Rezar Avemaría
Considera el amargo dolor que sintió el Corazón de María cuando el cuerpo de su querido Jesús fue bajado de la cruz y colocado en su regazo. Ahora te lo devolvían muerto, víctima de la maldad de algunos hombres y también víctima de nuestros pecados; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos amar a Jesús como Él nos amó. Rezar Avemaría
A pesar que sabe que su Hijo va a resucitar, siente un grandísimo dolor al separarse físicamente de Él. Nuestro Señor Jesucristo dijo: «pensad en mi Madre que, desde el momento que me concibió, ha sufrido pensando que era condenado, esta Madre que, cuando me ha dado el primer beso en mi cuerpo de recién nacido, ha presentido las futuras llagas de su Criatura, esta Madre que habría dado diez, cien, miles de veces su vida, con tal de impedir que, en mi vida adulta, llegara el momento de la Inmolación, esta Madre que sabía y que debía desear que se cumpliera ese tremendo acontecimiento, para aceptar la voluntad del Señor, para la gloria del Señor , por bondad, hacia la humanidad. Te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, concédenos a cada uno de nosotros la gracia particular que te pedimos. Rezar Avemaría